Hace unos
días ley un artículo sobre el universo. Siempre se ha intentado descubrir cuáles
son las leyes por las que está regido el mismo; que si los planetas se agrupan
en sistemas, que si los sistemas tienen estrellas, que si el conjunto forma una
galaxia o que si las supernovas crean cometas etc. Los descubrimientos de
algunos científicos de talla mundial han demostrado que una vez más estábamos equivocados,
no en los datos. Sino en las preguntas. ¿Qué fácil no? Que típico, equivocarse
en lo más sencillo, en lo que menos te imaginas. El universo no está formado
por ninguna base de leyes, sino de hábitos. Si nos paramos a pensar si todo
esto es cierto. Solo si nos paramos a pensar. Quizás todo haya sido más
sencillo de lo que pensábamos ¿Por qué si el universo no actúa nunca en función
de unas normas lo vamos a hacer las personas? Que, a su vez, somos parte de él.
Nos empeñamos en creer que somos parte de aquello a lo que estamos destinamos a
ser según nuestra naturaleza; egoístas, altruistas, amorosos, solitarios,
promiscuos, mojigatos, fieles, correctos, libertarios, tímidos, extrovertidos,
risueños, creativos, calculadores, nómadas o sedentarios… en ninguno seria cierto,
porque, no somos más que las circunstancias o el momento, y aun así, podríamos elegir
¿Por qué? Porque no estamos basados en normas ni en clichés ni en perfiles,
sino en hábitos.
Pensando de
esta manera conozco muchas de las razones por las que a veces no empeñamos en
estar solos o a veces en compañía, en lugar de eso; elegimos crear una relación
perpetua. Nos empeñamos en elegir un trabajo para toda la vida, cuando a lo mejor
lo que te atraía en un momento de tu vida deja de interesarte por completo en
otro. Todo tiene sentido. Somos hábitos no leyes y, nuestras decisiones, como
la misma vida que recorremos, son efímeras.
Todo esto se
me ocurría debajo de la ducha, sumergido en una nube de vapor y agua caliente.
En medio de mi aseo matutino, donde uno se mete debajo del agua sin estar bien
despierto todavía y sus pensamientos flotan aún entre el sueño y la realidad; y
acaban flotando junto con las partículas de agua.
E aquí la
entrada a lo que sería una pequeña explicación de lo que es mi vida en París.
Dos meses y medio hace ya que decidí llegar a esta ciudad con una maleta y una
mochila de mano. Sin nada, solo con el acuerdo vía email, de vivir en una habitación que
había alquilado a una mujer francesa la cual nunca había visto y a la cual fiaba mí techo. Sin mapa, sin idioma, sin trabajo, sin muchos ahorros, pero
con la visión de que todo iba a salir bien. Pues bien, aquí sigo, ya con
trabajo, con conocidos, con un francés suficientemente aceptable como, para hacer creer a
alguien que no conozca la lengua, que la hablo maravillosamente y lo más importante con una alma mucho más
enriquecida, experimentada y segura de sí misma. Ahora me acuerdo de esta frase; era se una vez una persona tan pobre que solo tenía dinero. Pues mi caso seria exactamente lo contrario; sin tener mucho dinero me siento increíblemente rico.
He acabado
trabajando de nuevo en Massimo Dutti, el destino querrá que siga ligado al
mundo de la moda y la verdad, es que me lo paso bien trabajando allí. Habló con personas en francés todo el día, lo cual me sirve de escuela, rodeado de compañeros simpáticos y con la
alegría de saludar a unas compañeras fantásticas y guapísimas, sí, todo parece estar saliendo bien y eso me hace sentir feliz. La felicidad que uno siente cuando
empieza sin nada y ve que puede adaptarse a las circunstancias y salir airoso.
Felicidad por el orgullo y la confianza que se desarrolla al abrirse uno mismo su camino.
Aunque me cueste un trabajo adicional vivir en un lugar pequeño, sin muchos
recursos puedo decir que estoy orgulloso, reitero, por el simple hecho de
vivir.
No voy a
contar muchos más detalles, simplemente voy a dejar escrita una conversación
que tuve con una persona tomando un café improvisado en un lugar al que no tenía pensado ir;
(Aviso al
lector que este capítulo puede romper con la dinámica que veníamos siguiendo,
pero si tiene el suficiente valor para querer entender y reflexionar adelante,
en caso contrario este no es su texto, querido lector.)
El mundo
dentro de un vaso de plástico.
Por un momento un vaso medio vacío paso a ser la
referencia para que una persona de edad avanzada y yo, nos entendiéramos sobre
varios conceptos de la vida, el arte y la sociedad. El encuentro se formó de la
siguiente manera;
Hay un centro
en París, el centro Pompidou, es un edificio que alberga galerías de arte
moderno, pero que al mismo tiempo tiene una enorme biblioteca con videos,
exposiciones temporales y gentes del mundo que pueden ir a ver la televisión en
varios idiomas, e incluso, tomarse un café por ochenta céntimos. Una cifra
irrisoria si tomamos en cuenta que el precio medio de un café son de cuatro a
cinco euros. Después de acudir a un taller de conversación en francés salí a
tomar ese café que tan gustosamente pago a la máquina surtidora. Allí solemos
relajarnos, hablar de nuestra situación en la ciudad, contar penas, glorías y
reírnos en general.
Es entonces
cuando una persona mayor, francés, de figura débil, de silueta encorvada y de ojos
vivos, aparece. Son de esa clase de personas que solo por el modo de reír o
mirar ya dan un cierto respeto. Y cuál fue mi sorpresa al ver que aquel anciano
acudía cada día a estudiar chino, llevaba ya ocho años acudiendo casi
diariamente. Destacaba por su edad entre tanta juventud, pero allí, él era
querido, respetado, todos tenían unas palabras de afecto para aquel viejo de
importancia aún tan desconocida para mí.
Saludó a mi
compañero y seguidamente me tendió la mano. Se presentó en un correcto francés
y empezamos una conversación que se extendería más de lo que nunca me habría
imaginado. Moi je m’apelle Joseph.
Continuamos en francés, pero la conversación iría dando saltos del castellano
al inglés, pues el chapurreaba bastante bien estos dos últimos. No me acuerdo
muy bien cómo empezó la conversación pero los temas nos llevarían por los
caminos de la literatura y la teología. Para empezar.
-
¿Así
que usted estudia chino? Le pregunté con cierta admiración.
-
Sí,
es muy complicado. –Me contesto dejando un café de plástico medio vacío que nos
iba a acompañar parte de la tarde, ahí, encima de la barra-.
Empezó a mover los dedos encima de la mesa dibujando figuras,
y, con la preocupación de quien ha estado estudiando me dijo que cada una de
las elaboradas figuras que hacia sobre la mesa eran simplemente sonidos, muy difíciles
de pronunciar y que podían significar frases enteras para nuestra lengua y
sentido occidental.
- Dicen que hace falta
diez años para aprender bien el chino, si usted lleva ocho ya, en dos años
deberá hablarlo perfectamente. –Le dije en tono de broma-.
Si Dios quiere que
aprenda, El me enseñara el camino para que lo hable perfectamente. –Ese tipo de
comentario me hizo contener muchos comentarios y preguntas para una persona que
podría ser creyente ¿pero qué clase de creyente? Esa era mi gran pregunta.
Decidí esperar a ver como seguía la conversación y un silencio por mi parte,
cedió, para que el anciano cogiera el rumbo de la conversación.
- Pero antes ya
estudiaba, hacía –scripts- ¿Cómo se dice en castellano?
- ¿Guiones? –dije-. ¡Vaya! Un
escritor.
- Sí, guiones, guiones para el teatro, para el cine, pero
ahora ya ha cambiado todo. –me respondió en castellano con un acento muy
divertido pero claro-.
- Es increíble cómo se
puede escribir tanto y tener siempre tantas cosas que decir en un libro de… por
ejemplo 500 páginas –añadí-.
- La cuestión no es
cuantas páginas puedas alcanzar a escribir en un libro, todo depende del
contenido que quieras explicar. El contenido. –Me quedé mirando con el
semblante fruncido-. Prosiguió –Si sabes lo que quieres contar puede que te des
cuenta que has necesitado muchas páginas, pero todo depende de dos cosas; el
talento y la necesidad de explicar algo. Obviamente todos tenemos motivos para
explicar lo que vemos, pero no tenemos el talento. Dios nos da diferentes
talentos y es nuestra obligación preguntarnos para encontrar el nuestro. Todos
somos buenos en algo.
- Pero todas esas normas,
guiones, maneras de hacer un texto…- Añadí sin saber muy bien que responder,
solo quería que el siguiera hablando-.
- Depende de que quieras
escribir- Y se rio efusivamente con brillo en los ojos-. Continuó.
- De todos modos Dios hará que
escribas lo que debes escribir y si nos tienes el talento para hacerlo, nunca
acabaras el texto, y con el tiempo, entenderás que no es lo que debías hacer.
Pero todos debemos recorrer un camino antes de encontrar nuestra meta. ¿Y cuál
ha sido históricamente la meta del hombre? –Me preguntó a modo de respuesta-. -La
inmortalidad- Continuó-, -y eso solo lo consiguió Jesucristo recorriendo su
camino. Dios nos quiere enseñar con esto que debemos recorrer el camino que él
ha elegido para nosotros, y si nos hacemos las preguntas correctas
encontraremos las respuestas en el camino. De esta manera conseguirás la vida
eterna.
Después de
esta conversación mi cabeza no sabía muy bien por donde continuar, pero estaba
predispuesto a rebatirle algunos argumentos. Es curioso lo mucho que cuesta
rebatir un argumento a alguien cuando te explica las cosas de la manera de la
que él lo hacía. Siempre tenía una sonrisa en la boca, y cuando me daba las
respuestas, yo mismo podía notar la felicidad que tenía aquel hombre por
contarme todas esas cosas.
-¿Cómo se
dice graine en español?-Me preguntó-.
-¿Semilla? –Respondí
contento por ayudar al hombre con la traducción, tanto estudiar estaba dando
sus frutos-.
-Sí,
semilla- repitió pausadamente y cuidando la pronunciación-. Todos tenemos una
semilla dentro de nosotros como una planta-. E hizo un gesto elevando las
manos, emulando el crecimiento de un árbol-. Pero tenemos que cuidarla y
hacerla crecer.
Dentro del
mar de mis pensamientos, pasaron por mi cabeza muchas ideas en apenas unos
segundo y sin que pudiera asimilarlas volvió a hablar.
-
Es
difícil encontrar a gente que quiera escuchar- Hubo un pequeño silencio-.
-
Creo
que siempre hay que escuchar y hacerse todas las preguntas para encontrarse a
uno mismo-. Y proseguí. –Creo que todo es una metáfora-.
El anciano me miro
extrañado pero sin perder esa extraña, pero amable compostura de sus facciones
en el rostro-. – ¿es posible que todo signifique que el camino de Dios es el de
la creación? Es decir, ¿el camino de la naturaleza que hemos perdido? Y es por
esto que Él nos diese un aviso de que no estábamos haciendo las cosas bien.
Aludiendo al supuesto envío de
Jesucristo. – Porque existen otra religiones con las mismas ideas…-.
El hombre cogió su café, que había estado ahí delante de
nosotros todo el tiempo. Lo cogió y dijo - ¿Cómo se dice mouton en castellano? –Oveja- respondí-. No podía creer que
quisiera usar un mouton para
explicarme algo, reviví un poco una lectura que acabé hace poco y me hizo
sentir un poco como Le petit Prince,
en medio de alguna de sus reflexiones nefelibatas. A partir de aquí la
conversación pasaría al castellano por completo. Como si aquel hombre tuviera
un interés especial en que me quedara clara aquella reflexión.
- Dios es en pastor, es
un guía. Podemos hacer leyes para gobernar países o empresas, pero ¿quién nos
dice lo que está bien o lo que está mal?
- ¿Leyes morales?- añadí-.
-Sí-. –Apuntaló-. Si no
sigues las leyes morales Dios, Él, te aparta de su camino y no te puede ver ni
escuchar-. Y aparto el café de su vera dejándolo unos metros más alejado-.
–Pero si sigues su camino, Él te va a
enseñar el camino. –Volviendo a recoger el café y dejándolo delante suyo, sin
darle ningún trago. Tu ahora estas viajando, estás buscando tu camino, y está bien que hagas muchas cosas, pero no sabrás
nunca cuál es tu objetivo si no escuchas y te haces todas las preguntas. Solo
así conseguirás ser inmortal. En la biblia no dice que exista el infierno.
Solamente que puedes seguir el camino de Dios, o puedes no seguirlo. Es difícil
entenderlo porque la gente no quiere entender.
-Pero, no creo que sea
tan difícil de entender, creo que está en la calle. La gente está perdida, no
sabe porque hace lo que hace. Cae en depresión. No se escucha a sí misma y hace
lo que le mandan y van perdidos con su pena. Luego les cuentas un poco algunas
ideas que nunca han escuchado y, como les parecen extrañas, no quieren escuchar
y creen que estoy loco, pero, los locos son los que no quieren escuchar ¿no?
-Exacto- dijo-.-Y eso es
lo mismo en todas las religiones. –Por cierto ¿Cómo te llamas?
-Me llamo David, ¿y
usted?
-Me llamo Joseph- y se
rio-. Te llamas David, ese nombre tiene mucho significado.
-Es un nombre católico ¿verdad?
-David es el rey de
Israel-
-Israel sí que tiene que
encontrar su camino- añadí-.
- Si-. -Con gesto serio-.
–Sí, ellos aún han de encontrar su camino-.
Buenos David, ahora
tenemos que seguir nuestros caminos. –Hasta pronto-.
Y se acabó el poco café que
había en el fondo de aquel vaso de plástico.
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario