viernes, 22 de febrero de 2013

Thomas Newman


Por una puerta entreabierta se cuela la luz del verano; una raya de luz se cuela por el pasillo empujada por una suave brisa que golpea cascaras de coco, sostenidas en el aire por un hilo muy fino y resonando cuidadosamente en el techo. Cortinas blancas se balancean por el aire, tranquilas, hermosas, soñando, bailan cerca de la ventana. Se escucha los murmullos de niños gritando a lo lejos, gritan de felicidad, están jugando.

Se abre una puerta por la corriente y otra se cierra bruscamente. De golpe, las ventanas dejan de lucir y se tornan grises. Una luz blanca se cuela ahora por la puerta y el aire se clava en la piel como cuchillos helados, el frio de la mañana se mezcla con una lluvia muy fina y por mucho que el viento grite, no inmuta a las cascaras de coco, que dejan de bailar.

Las cañerías del balcón brotan agua a borbotones, se despeja la niebla fina y se entrevén flores de mil colores y montañas pintadas de verdes claros y oscuros. Cerca de mí vuelan dos mariposas apareándose y me viene un súbito olor a tierra mojada que me estremece y me hace sonreír. Una música celestial suena cerca del ventanal y me dispongo a ver de qué se trata;


Llueven hojas marrones y recrean un paisaje en constante cambio. Todo se cubre de tonalidades marrones mientras el cielo, naranja, deja caer el sol y nos regala una puesta entre dos nubes que se pintan lentamente y mueren cuando el sol se va. Cae la noche, y, entre las montañas resuena una melodía que si te paras y cierras los ojos, respiras lentamente y atiendes a tus sentidos… sientes que no estás donde debes. Mientras, cae un pétalo de rosa y se posa en tu hombro.

Dedicado a la banda sonora de Thomas Newman en American Beauty, que escuchándola por error, me ha hecho intentar describir lo que sentía.



Saludos.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Dos vidas




Se despertó en una pequeña casita con el murmullo del riachuelo que cruzaba cerca de su ventana. Estaba acostado con su mujer, aún se respiraba el incienso de aquella noche y los pájaros empezaban a piolar cerca del tragaluz. Se levantó. Eran poco más de las 7am y salió por la puerta. Se paseó por el matinal paisaje que le ofrecían las montañas verdes y admiró el contrasté con el cielo, de un azul turquesa tan intenso que le hizo emocionarse. Luego, vagando cerca de su portal admiró como los tomates ya estaban rojos y decidió coger un par. Prepararía algún sofrito para su mujer y disfrutaría del aroma de la cebolla friéndose en aceite de oliva.

Se despertó en su pequeño piso a la afueras de la ciudad. Era un barrio obrero, lleno de trabajadores y gente modesta. Eran las 7am y el malestar que le provocaban las drogas acabaría por matarle. Ese día se levantaría, desayunaría un café de sobre rápidamente en el microondas e iría a reclamar la paga de su despido, pues llevaba mucho tiempo detrás de ella y la hija de puta de recursos humanos nunca se había dignado a recibirle. Encendió su viejo coche a la tercera. El frio de ese invierno calaba hasta en el alma y nos dejaba deambulando por las escarchadas calles de aquel barrio tan gris.

Entró en su cabaña después del apacible paseo escuchando el canto de los pájaros. Su mujer le esperaba en el portal de la cabaña y se fundieron en un abrazo, se besaron y ella le susurró al oído    –gracias por el desayuno cariño, te quiero- más tarde le besó en la frente y salió a podar unas flores que empezaban a sobresalir por la verja del portal. El hombre, entro en la cocina de madera que se juró construir cuando era un joven idealista e inquieto, y allí, entre hortalizas y plantas aromáticas, empezó a preparar el arroz con todo el amor y cariño del mundo. Estaba en paz consigo mismo.

Entro por la puerta de la empresa como un rayo. No dio ni los buenos días a sus antiguos compañeros y se dirigió al ascensor. Choco con dos clientes pero ni se inmutó. Tenía los ojos inyectados en sangre. El dinero, las deudas, su actual divorció, la custodia de sus hijos… todo le daba vueltas y no podía sentir otra cosa que odio por la vida que había escogido. O mejor aún, por la vida que no había podido escoger. Abrió la puerta del despacho y apuntó con una pistola a la directora de recursos humanos. –Dame mi puto dinero hija de puta o te vuelo la cabeza- gritó entre la confusión de los oficinistas que no sabían cómo reaccionar-. Muchos se echaron al suelo muertos de miedo.

Apago los fogones, estaba todo listo, la mesa puesta y el vino encima. Comieron disfrutando de los aromas y sabores de tan conjugado majar. Luego, entre risas por la entretenida compañía que se ofrecían mutuamente se dispusieron a recoger la mesa y fregaron juntos la vajilla. Más tarde, se acostaron en aras de una apacible siesta. Hicieron el amor apasionadamente; sintiendo cada caricia, cada beso… los pájaros seguían piolando por el tragaluz. Se durmieron cogidos de la mano y entrelazando sus piernas, empezaron a soñar. Un día como otro cualquiera.

Apagó el interruptor de la luz una vez cogió el cheque. Varios hombres de seguridad de vislumbraban por el pasillo con linternas y perros. El hombre quedó acorralado por las fuerzas policiales y les preguntó si acaso sabían porque hacían lo que hacían. Uno de los agentes respondió    -baje el arma por el amor de dios o nos obligará a disparar- grito nervioso. El hombre, consciente de la gravedad en la que se sumergía apuntó al policía y como un rayo varios disparos se cebaron en el cuerpo de aquel pobre ser que yacía ya en el suelo con los ojos vidriosos e inyectados en sangre. Una lágrima le bajo por el rostro. Dejó escapar un último y leve suspiro.

Se despertó con el sabor de un beso en los labios y el fuego recién encendido. – ¿Cariño quieres ver una película? Con letras amarillas y en grande se leía; a film and screenplay by Quentín Tarantino.


Saludos.
                                       

domingo, 10 de febrero de 2013

Dormir tranquilo



La mañana amaneció gris entre tonos de frio y descontento. Un ligero y súbito dolor de estómago se apoderó de mí mientras me disponía a incorporarme del colchón. Me recorría la cabeza una chiquilla que emergía en mis sueños. Mujer sin rostro que me empujaba a recorrer lugares sin dejarse ver. Lugares increíbles, pintados de impresionismos y bagajes surrealistas. Me dispuse a dejarme llevar pues el dolor de aquella mañana me obligaba a permanecer quieto, entre las sabanas, sin estar despierto pero muy consciente y, para mi desgracia, en un mundo que no entendía ni podía controlar.

Hojas de parras centelleando luces de sol que sobrevolaban por pequeños encajes de luz. Luego, hojas más largas de color verde, como de palmera. Entre una blusa azul y un pelo largo emergía la figura de una mujer que no podía ver ni tocar. Solo me guiaba por lugares extraños y cambiantes al ser yo, quien, como extasiado por alguna droga, la seguía sin saber muy bien porque.

Logrando escapar de aquella ensoñación me incorporé a la realidad con cierto malestar. La cabeza me daba vueltas, probablemente era de aquellos días en los cuales los sueños te dejan exhausto.  Abrí la ventana y seguía nublado. El manto verde del paisaje se extendía entre tonos grisáceos y nubes bajas que invitaban a pensar en precipitaciones en forma de lluvia fina. Estaba en un pequeño refugio, en medio de algún lugar pináceo y naturalmente desierto.

Repoblando mi cabeza con pensamientos lucidos me dispuse a preparar la comida de hoy. Le estaba cogiendo el gusto a cocinar. Me ayudaba a concentrarme y con el tiempo había aprendido a sentir satisfacción por mezclar ingredientes y conjugarlos en deliciosos aromas y sabores. El olor del puchero se mezclaba con la música de Pink Floyd inundando un ambiente ya de por sí sosegado por las nubes, en algo místico y esclarecedor. Allí me encontraba, entre fantasmas de mi estado intemporal y pensando en aquella mujer que aun estando despierto me guiaba. Nada que una buena taza de té no hiciera olvidar. Pero seguía allí, solo. Emergido en un sueño que no llegaba a ser una pesadilla, pero por el que no sentía ninguna simpatía. 

Con el tiempo uno aprende a esconderse en sus pensamientos dejando libre a aras de la creatividad la siguiente cuestión; -¿cuál sería mi siguiente paso en aquella absurda situación que mi mente había creado?-. Me levanté, desatasqué la puerta de aquel refugio y abrí los ojos. Estaba en la ducha; y poco a poco, mi visión fue siendo algo más esclarecedora. Estaba de vuelta, de vuelta a casa. Inundando el baño de vapor. Agarrando la toalla con mis manos arrugadas por la humedad me dispuse a salir y contemplar el maravilloso espectáculo de los rallos de luz que se colaban por la ventana reflejándose en la espesa nube de vapor. En el espejo había algo escrito a dedo. Entre letras marcadas por el vaho se veía en grande; perdónate y duerme tranquilo. Pink Floyd seguía sonando. 

Saludos.

viernes, 1 de febrero de 2013

Salir por la puerta grande y entrar por la misma puerta pensando que es la de atrás es una tontería al alcance de muy pocos.


Como quien sale triunfador de una batalla en el coliseo de Roma; rodeado de flores y laureles en mi cabeza. Aplausos y lloros por la muchedumbre, de emoción, por descontado. Así salía yo, en brazos, como en términos toreros califican; “por la puerta grande”. Así solía ser yo. Bien visto por la sociedad, pero sobretodo, exponencialmente bienaventurado por los que creen en los valores de la sinrazón del siglo XXI. En cambio yo, cansado de tanto trabajar y exprimido por la masa capitalista, solo deseaba un tiempo de descanso, de relax; pensar, dormir, salir, escribir… conocer alguna mujer. En definitiva, sentirme algo vivo, no la mierda que supone el dualismo jefe trabajador que desemboca tanta presión y agobios. Así me veía hace un mes y así; me ven hoy en día.

-         - A que bien, ¿y que estudias?
-         - Pues no estudio ya, de hecho tampoco trabajo. Acabé hace un mes.
-          -Ah… - póstumamente me suelen lanzar una mirada de lastima-
-          -Pero estoy bien eh, me estoy tomando unos días de descanso

He cambiado los laureles por el pelo descuidado, una barba de tres días casual. Nada que ver con el prominente afeitado al que suponía mi piel cada mañana. Los madrugones ya no son tal y mis horas de sueño han crecido exponencialmente. Joder, estoy de puta madre. Ah, esto suele sentar mal pero; tengo un pisito en Barcelona en contrato de alquiler al cual he dejado de acudir asiduamente y lo he cambiado por el confort que me supone la casa de mis padres. Sí, pero como todos los que hemos vivido largas temporadas independizados sabemos que como en casa de los “papis” en ningún lado. Ya me cansaré, de hecho…

Cabe decir que no me siento realizado, y sin darles muchas vueltas al sentido de tal palabreja, siento que debo cambiar. ¿Cuán difícil se me hace seguir siempre en un mismo sitio? Maldigo y adoro un sentimiento que para muchos puede suponer el desastre más fatal de sus vidas. Destruir la monotonía de quien tiende por suponer que esta todo bajo control. Y eso, paradójicamente, es lo que construye mi futuro, ergo, temo por mi futuro al sentir que mi presente es sedentario. Bravo al lector si sigue leyendo, un abrazo. 

Saludos.