sábado, 1 de febrero de 2014

El universo en el fondo de una taza de café



Hace unos días ley un artículo sobre el universo. Siempre se ha intentado descubrir cuáles son las leyes por las que está regido el mismo; que si los planetas se agrupan en sistemas, que si los sistemas tienen estrellas, que si el conjunto forma una galaxia o que si las supernovas crean cometas etc. Los descubrimientos de algunos científicos de talla mundial han demostrado que una vez más estábamos equivocados, no en los datos. Sino en las preguntas. ¿Qué fácil no? Que típico, equivocarse en lo más sencillo, en lo que menos te imaginas. El universo no está formado por ninguna base de leyes, sino de hábitos. Si nos paramos a pensar si todo esto es cierto. Solo si nos paramos a pensar. Quizás todo haya sido más sencillo de lo que pensábamos ¿Por qué si el universo no actúa nunca en función de unas normas lo vamos a hacer las personas? Que, a su vez, somos parte de él. Nos empeñamos en creer que somos parte de aquello a lo que estamos destinamos a ser según nuestra naturaleza; egoístas, altruistas, amorosos, solitarios, promiscuos, mojigatos, fieles, correctos, libertarios, tímidos, extrovertidos, risueños, creativos, calculadores, nómadas o sedentarios… en ninguno seria cierto, porque, no somos más que las circunstancias o el momento, y aun así, podríamos elegir ¿Por qué? Porque no estamos basados en normas ni en clichés ni en perfiles, sino en hábitos.

Pensando de esta manera conozco muchas de las razones por las que a veces no empeñamos en estar solos o a veces en compañía, en lugar de eso; elegimos crear una relación perpetua. Nos empeñamos en elegir un trabajo para toda la vida, cuando a lo mejor lo que te atraía en un momento de tu vida deja de interesarte por completo en otro. Todo tiene sentido. Somos hábitos no leyes y, nuestras decisiones, como la misma vida que recorremos, son efímeras.

Todo esto se me ocurría debajo de la ducha, sumergido en una nube de vapor y agua caliente. En medio de mi aseo matutino, donde uno se mete debajo del agua sin estar bien despierto todavía y sus pensamientos flotan aún entre el sueño y la realidad; y acaban flotando junto con las partículas de agua.

E aquí la entrada a lo que sería una pequeña explicación de lo que es mi vida en París. Dos meses y medio hace ya que decidí llegar a esta ciudad con una maleta y una mochila de mano. Sin nada, solo con el acuerdo vía email, de vivir en una habitación que había alquilado a una mujer francesa la cual nunca había visto y a la cual fiaba mí techo. Sin mapa, sin idioma, sin trabajo, sin muchos ahorros, pero con la visión de que todo iba a salir bien. Pues bien, aquí sigo, ya con trabajo, con conocidos, con un francés suficientemente aceptable como, para hacer creer a alguien que no conozca la lengua, que la hablo maravillosamente y  lo más importante con una alma mucho más enriquecida, experimentada y segura de sí misma. Ahora me acuerdo de esta frase; era se una vez una persona tan pobre que solo tenía dinero. Pues mi caso seria exactamente lo contrario; sin tener mucho dinero me siento increíblemente rico. 

He acabado trabajando de nuevo en Massimo Dutti, el destino querrá que siga ligado al mundo de la moda y la verdad, es que me lo paso bien trabajando allí. Habló con personas en francés todo el día, lo cual me sirve de escuela, rodeado de compañeros simpáticos y con la alegría de saludar a unas compañeras fantásticas y guapísimas, sí, todo parece estar saliendo bien y eso me hace sentir feliz. La felicidad que uno siente cuando empieza sin nada y ve que puede adaptarse a las circunstancias y salir airoso. Felicidad por el orgullo y la confianza que se desarrolla al abrirse uno mismo su camino. Aunque me cueste un trabajo adicional vivir en un lugar pequeño, sin muchos recursos puedo decir que estoy orgulloso, reitero, por el simple hecho de vivir.

No voy a contar muchos más detalles, simplemente voy a dejar escrita una conversación que tuve con una persona tomando un café improvisado en un lugar al que no tenía pensado ir;

(Aviso al lector que este capítulo puede romper con la dinámica que veníamos siguiendo, pero si tiene el suficiente valor para querer entender y reflexionar adelante, en caso contrario este no es su texto, querido lector.)

El mundo dentro de un vaso de plástico.

Por un momento un vaso medio vacío paso a ser la referencia para que una persona de edad avanzada y yo, nos entendiéramos sobre varios conceptos de la vida, el arte y la sociedad. El encuentro se formó de la siguiente manera;

Hay un centro en París, el centro Pompidou, es un edificio que alberga galerías de arte moderno, pero que al mismo tiempo tiene una enorme biblioteca con videos, exposiciones temporales y gentes del mundo que pueden ir a ver la televisión en varios idiomas, e incluso, tomarse un café por ochenta céntimos. Una cifra irrisoria si tomamos en cuenta que el precio medio de un café son de cuatro a cinco euros. Después de acudir a un taller de conversación en francés salí a tomar ese café que tan gustosamente pago a la máquina surtidora. Allí solemos relajarnos, hablar de nuestra situación en la ciudad, contar penas, glorías y reírnos en general.

Es entonces cuando una persona mayor, francés, de figura débil, de silueta encorvada y de ojos vivos, aparece. Son de esa clase de personas que solo por el modo de reír o mirar ya dan un cierto respeto. Y cuál fue mi sorpresa al ver que aquel anciano acudía cada día a estudiar chino, llevaba ya ocho años acudiendo casi diariamente. Destacaba por su edad entre tanta juventud, pero allí, él era querido, respetado, todos tenían unas palabras de afecto para aquel viejo de importancia aún tan desconocida para mí.
Saludó a mi compañero y seguidamente me tendió la mano. Se presentó en un correcto francés y empezamos una conversación que se extendería más de lo que nunca me habría imaginado. Moi je m’apelle Joseph. Continuamos en francés, pero la conversación iría dando saltos del castellano al inglés, pues el chapurreaba bastante bien estos dos últimos. No me acuerdo muy bien cómo empezó la conversación pero los temas nos llevarían por los caminos de la literatura y la teología. Para empezar.

-          ¿Así que usted estudia chino? Le pregunté con cierta admiración.
-          Sí, es muy complicado. –Me contesto dejando un café de plástico medio vacío que nos iba a acompañar parte de la tarde, ahí, encima de la barra-.

Empezó a mover los dedos encima de la mesa dibujando figuras, y, con la preocupación de quien ha estado estudiando me dijo que cada una de las elaboradas figuras que hacia sobre la mesa eran simplemente sonidos, muy difíciles de pronunciar y que podían significar frases enteras para nuestra lengua y sentido occidental.

- Dicen que hace falta diez años para aprender bien el chino, si usted lleva ocho ya, en dos años deberá hablarlo perfectamente. –Le dije en tono de broma-.
Si Dios quiere que aprenda, El me enseñara el camino para que lo hable perfectamente. –Ese tipo de comentario me hizo contener muchos comentarios y preguntas para una persona que podría ser creyente ¿pero qué clase de creyente? Esa era mi gran pregunta. Decidí esperar a ver como seguía la conversación y un silencio por mi parte, cedió, para que el anciano cogiera el rumbo de la conversación.
- Pero antes ya estudiaba, hacía –scripts- ¿Cómo se dice en castellano?
- ¿Guiones? –dije-. ¡Vaya! Un escritor.
- Sí, guiones, guiones para el teatro, para el cine, pero ahora ya ha cambiado todo. –me respondió en castellano con un acento muy divertido pero claro-.
- Es increíble cómo se puede escribir tanto y tener siempre tantas cosas que decir en un libro de… por ejemplo 500 páginas –añadí-.
- La cuestión no es cuantas páginas puedas alcanzar a escribir en un libro, todo depende del contenido que quieras explicar. El contenido. –Me quedé mirando con el semblante fruncido-. Prosiguió –Si sabes lo que quieres contar puede que te des cuenta que has necesitado muchas páginas, pero todo depende de dos cosas; el talento y la necesidad de explicar algo. Obviamente todos tenemos motivos para explicar lo que vemos, pero no tenemos el talento. Dios nos da diferentes talentos y es nuestra obligación preguntarnos para encontrar el nuestro. Todos somos buenos en algo.
- Pero todas esas normas, guiones, maneras de hacer un texto…- Añadí sin saber muy bien que responder, solo quería que el siguiera hablando-.
- Depende de que quieras escribir- Y se rio efusivamente con brillo en los ojos-. Continuó.
- De todos modos Dios hará que escribas lo que debes escribir y si nos tienes el talento para hacerlo, nunca acabaras el texto, y con el tiempo, entenderás que no es lo que debías hacer. Pero todos debemos recorrer un camino antes de encontrar nuestra meta. ¿Y cuál ha sido históricamente la meta del hombre? –Me preguntó a modo de respuesta-. -La inmortalidad- Continuó-, -y eso solo lo consiguió Jesucristo recorriendo su camino. Dios nos quiere enseñar con esto que debemos recorrer el camino que él ha elegido para nosotros, y si nos hacemos las preguntas correctas encontraremos las respuestas en el camino. De esta manera conseguirás la vida eterna.

Después de esta conversación mi cabeza no sabía muy bien por donde continuar, pero estaba predispuesto a rebatirle algunos argumentos. Es curioso lo mucho que cuesta rebatir un argumento a alguien cuando te explica las cosas de la manera de la que él lo hacía. Siempre tenía una sonrisa en la boca, y cuando me daba las respuestas, yo mismo podía notar la felicidad que tenía aquel hombre por contarme todas esas cosas.
-¿Cómo se dice graine en español?-Me preguntó-.
-¿Semilla? –Respondí contento por ayudar al hombre con la traducción, tanto estudiar estaba dando sus frutos-.
-Sí, semilla- repitió pausadamente y cuidando la pronunciación-. Todos tenemos una semilla dentro de nosotros como una planta-. E hizo un gesto elevando las manos, emulando el crecimiento de un árbol-. Pero tenemos que cuidarla y hacerla crecer.
Dentro del mar de mis pensamientos, pasaron por mi cabeza muchas ideas en apenas unos segundo y sin que pudiera asimilarlas volvió a hablar.
-          Es difícil encontrar a gente que quiera escuchar- Hubo un pequeño silencio-.
-          Creo que siempre hay que escuchar y hacerse todas las preguntas para encontrarse a uno mismo-. Y proseguí. –Creo que todo es una metáfora-.

 El anciano me miro extrañado pero sin perder esa extraña, pero amable compostura de sus facciones en el rostro-. – ¿es posible que todo signifique que el camino de Dios es el de la creación? Es decir, ¿el camino de la naturaleza que hemos perdido? Y es por esto que Él nos diese un aviso de que no estábamos haciendo las cosas bien. Aludiendo al supuesto envío de  Jesucristo. – Porque existen otra religiones con las mismas ideas…-.

El hombre cogió su café, que había estado ahí delante de nosotros todo el tiempo. Lo cogió y dijo - ¿Cómo se dice mouton en castellano? –Oveja- respondí-. No podía creer que quisiera usar un mouton para explicarme algo, reviví un poco una lectura que acabé hace poco y me hizo sentir un poco como Le petit Prince, en medio de alguna de sus reflexiones nefelibatas. A partir de aquí la conversación pasaría al castellano por completo. Como si aquel hombre tuviera un interés especial en que me quedara clara aquella reflexión.

- Dios es en pastor, es un guía. Podemos hacer leyes para gobernar países o empresas, pero ¿quién nos dice lo que está bien o lo que está mal?
- ¿Leyes morales?- añadí-.
-Sí-. –Apuntaló-. Si no sigues las leyes morales Dios, Él, te aparta de su camino y no te puede ver ni escuchar-. Y aparto el café de su vera dejándolo unos metros más alejado-. –Pero si sigues su camino, Él te va  a enseñar el camino. –Volviendo a recoger el café y dejándolo delante suyo, sin darle ningún trago. Tu ahora estas viajando, estás buscando tu camino, y está  bien que hagas muchas cosas, pero no sabrás nunca cuál es tu objetivo si no escuchas y te haces todas las preguntas. Solo así conseguirás ser inmortal. En la biblia no dice que exista el infierno. Solamente que puedes seguir el camino de Dios, o puedes no seguirlo. Es difícil entenderlo porque la gente no quiere entender.
-Pero, no creo que sea tan difícil de entender, creo que está en la calle. La gente está perdida, no sabe porque hace lo que hace. Cae en depresión. No se escucha a sí misma y hace lo que le mandan y van perdidos con su pena. Luego les cuentas un poco algunas ideas que nunca han escuchado y, como les parecen extrañas, no quieren escuchar y creen que estoy loco, pero, los locos son los que no quieren escuchar ¿no?
-Exacto- dijo-.-Y eso es lo mismo en todas las religiones. –Por cierto ¿Cómo te llamas?
-Me llamo David, ¿y usted?
-Me llamo Joseph- y se rio-. Te llamas David, ese nombre tiene mucho significado.
-Es un nombre católico ¿verdad?
-David es el rey de Israel-
-Israel sí que tiene que encontrar su camino- añadí-.
- Si-. -Con gesto serio-. –Sí, ellos aún han de encontrar su camino-.
Buenos David, ahora tenemos que seguir nuestros caminos. –Hasta pronto-.

Y se acabó el poco café que había en el fondo de aquel vaso de plástico.

Saludos.